En camino, entre sacerdotes, Papa y Jubileo
Estoy en Roma, en medio de un viaje largo y exigente.
Salí de Bangui el martes 14 de enero. Después de una escala en Etiopía, llegué el miércoles por la mañana a Frankfurt, Alemania. Allí me encontré con amigos de la Fundación Aid to the Church in Need (de Ayuda a las Iglesias Necesitadas), que apoya varios proyectos en la República Centroafricana y en otras diócesis de todo el mundo. Esta fundación nació de la intuición de un sacerdote holandés que, tras la Segunda Guerra Mundial, quería ayudar a las iglesias en Alemania (destruida por la guerra) y en los países del Este, involucrando a los cristianos, especialmente aquellos que habían sufrido los daños y la violencia de la ocupación nazi, creando así un camino de reconciliación y esperanza.
Por la tarde seguí hacia Praga, donde pasé dos días visitando a los hermanos carmelitas y amigos de la ONG SIRIRI.ORG, que trabaja desde hace años en la República Centroafricana, apoyando en particular con excelentes proyectos educativos.
El sábado 18, por la mañana aterricé en París. Hace mucho frío... pero un hecho (de hecho varios) me da calor al corazón: Al mediodía celebré misa en Notre-Dame, la catedral de París, reabierta recientemente tras el incendio que amenazaba con destruirla. Mientras los turistas circulan por la basílica, la nave se llena de gente que participa intensamente en la liturgia: ¡Al momento de dar la comunión veo rostros llenos de alegría!
Estuve en Francia hasta el viernes para encontrarme con los sacerdotes de la diócesis de Bangassou que estudian y trabajan como extranjeros. Los encuentro a todos, en París, en Versalles, en Rennes. Han sido días intensos y estoy feliz de conocerlos, de ver cómo trabajan y cuánto los aprecia la gente y los obispos que los acogen.
Es un mundo nuevo que estoy descubriendo, donde la Iglesia es cada vez más una familia, donde nos encontramos y donde podemos ayudarnos mutuamente, y esto en dos direcciones: para la Iglesia que acoge y para la Iglesia que envía.
El viernes por la mañana salí hacia Roma, y este es el otro objetivo principal de mi viaje: estoy aquí para el Jubileo del mundo de la comunicación.
Somos muchos, incluidos periodistas, jefes de comisiones de medios de comunicación de las diócesis y 138 países de todo el mundo. Hay momentos de oración, la romería y el paso de la Puerta Santa, encuentros entre los participantes, con personalidades muy interesantes (La ganadora del Premio Nobel Maria Ressa, Colum McCann, el periodista Mario Calabresi, el padre Paolo Benanti y muchos otros…). Nos reunimos varias veces con el Papa Francisco y celebramos con él la Misa el domingo 26, que es el Domingo de la Palabra. Y dice estas fantásticas palabras: “Los días del mal están contados, porque el futuro pertenece a Dios”.
Esta mañana a las 8 nos hemos encontrado con él y nos ha dado un discurso muy bonito del que os dejo un extracto…
Son días en los que queremos que la Esperanza llene nuestros corazones y, sobre todo, que la Esperanza llene nuestras vidas como comunicadores, haciendo del mundo un poco más bello y más sereno.
Discurso del Papa Francisco
Preguntémonos entonces, ¿de qué modo sembramos esperanza en medio de tanta desesperación que nos afecta y nos interpela? ¿Cómo sanamos el virus de la división, que amenaza también nuestras comunidades? Nuestra comunicación, ¿está acompañada por la oración, o terminamos comunicando la realidad de la Iglesia adoptando sólo las reglas del marketing empresarial?
¿Sabemos dar testimonio de que la historia humana no concluye en un callejón sin salida? ¿Y cómo indicamos una perspectiva diferente hacia un futuro que todavía no está escrito? A mí me gusta esta expresión: escribir el futuro; nos toca a nosotros escribir el futuro. ¿Sabemos comunicar que esta esperanza no es una ilusión? La esperanza no defrauda nunca; pero, ¿sabemos comunicar esto? ¿Sabemos comunicar que la vida de los demás puede ser más hermosa también por medio de nosotros? ¿Puedo yo, por mi parte, dar belleza a la vida de los demás? ¿Y sabemos comunicar y convencer de que es posible perdonar?¡Esto es muy difícil!
Comunicación cristiana es mostrar que el Reino de Dios está cerca: aquí, ahora, y es como un milagro que puede ser vivido por cada persona, por cada pueblo. Un milagro que ha de contarse ofreciendo las claves de lectura para mirar más allá de lo banal, más allá del mal, más allá de los prejuicios, más allá de los estereotipos, más allá de uno mismo. El Reino de Dios está más allá de nosotros. El Reino de Dios viene también a través de nuestra imperfección, esto es hermoso. El Reino de Dios viene en la atención que dedicamos a los demás, en el cuidado atento que ponemos al leer la realidad. Viene también en la capacidad de ver y sembrar una esperanza de bien; y de vencer, de ese modo, el fanatismo desesperado.
Esto, que para ustedes es un servicio institucional, es también la vocación de todo cristiano, de todo bautizado. Todo cristiano está llamado a ver y contar las historias de bien que un periodismo dañino pretende borrar dando espacio solamente al mal. El mal existe, no se debe esconder, sino que debe conmover, provocar interrogantes y respuestas. Por eso, la tarea de ustedes es grande y exige que salgan de sí mismos, que hagan un trabajo “sinfónico”, implicando a todos, valorando a los ancianos y a los jóvenes, mujeres y hombres; con todos los lenguajes, con la palabra, el arte, la música, la pintura, las imágenes. Todos estamos llamados a verificar cómo y qué comunicamos. Comunicar, comunicar siempre.
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