Cuidar
del mundo
Desde que estoy en Centro África, es una de las primeras veces, en que
la situación se invierte así. Por lo general es el resto del mundo quien se
preocupa de nosotros. En estas semanas, sin embargo, somos nosotros quienes nos
preocupamos del resto del mundo. La crisis del cornavirus afectando a países y continentes, matando a
personas, y golpeando pesadamente a muchísima gente.
Mientras pensamos en nuestras familias, en nuestros amigos en todo el
mundo, nos damos cuenta de lo frágiles que somos, pero también de cómo estamos
ligados en la aventura de la vida, gentes y países de todos los sitios de este
planeta.
En Centro África, por ahora, parece que solo existe un caso.
Pero la preocupación es grande: si el virus llega aquí, será algo
gravísimo. Solo hay un laboratorio donde efectuar los análisis, y está en
Bangui, la capital. No hay estructuras de reanimación, y ninguna posibilidad de
asistencia respiratoria. Las medidas de contención son muy difíciles en un país
donde se vive en casa, pero en bastantes ocasiones fuera.
En estos días no falta la oración, la simpatía y la convicción de vivir
un momento muy difícil. Esta mañana la radio de Bozoum, "la Voix de Koyale"
ha transmitido el himno italiano en
señal de solidaridad y simpatía. Aquí un pequeño vídeo:
La semana pasada hemos vivido un momento de formación son los demás
sacerdotes de la diócesis.
El lunes bajé a Bangui para acompañar a Alban, un joven belga que ha
estado con nosotros dos meses. Una vez que llegamos a Bangui, nos dijeron que el vuelo Air France, previsto
para la tarde, estaba anulado. Logramos encontrar un sitio para el día
siguiente, martes: la marcha hacia Duala, en Camerún, y la esperanza de marchar
para París o Bruselas por la tarde. El martes por la mañana, a las 5, parecía
que el vuelo para Bruselas estaba anulado. Pero después aparece en la
programación el vuelo y Alban marchó. En Duala, donde tenía que pasar todo el
día, conseguí encontrar un amigo que le acogió, y por la tarde le llevó al
aeropuerto.
Finalmente, con un par de horas de retraso, consiguió salir para
Europa.
Mientras tanto, yo volví a Bozoum, pasando por Baoro y Bouar. Hay casi
600 kilómetros, y al fin encontré dos
vacas que decidieron sentarse en un puente, y no había manera de que hacerles que
se levantaran y se desplazaran hasta que ellas lo decidieron, después de unos veinte minutos.
Y de este modo, poco a poco, hasta casa. Como todo el mundo.
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