3.222
Tres mil doscientos veintidós
Siguen llegando: son centenares las personas (niños, adultos, ancianos,
mujeres encintas) que huyen de lo peor. La ciudad de Bocaranga, tomada por el
movimiento rebelde 3R el 23 de septiembre, está, por ahora, completamente en
sus manos, y quien puede se escapa.
El sábado 3 comenzamos a hacer el censo. Con la ayuda de los delegados,
elegidos por los mismos refugiados y por voluntarios de Cáritas y de otras ONG,
todas las familias se presentan y se les registra sus datos, con atención
particular a las niños. Insertamos los datos en el ordenador y, por ahora, son
3.222 personas, de los que 2.137 son niños.
La solidaridad de muchos se pone en marcha: unos abren las puertas de
casa, otros llevan algo para comer, otros ayudan en la limpieza de las escuelas
y espacios para hospedar a todos. El domingo por la mañana, en la misa, el
movimiento de la Legión de María organiza rápidamente un ofertorio para los
refugiados: y llegan cacahuetes, mandioca, arroz, pan, jabón, vestidos.
Muchos organismos están alertados. Y hasta de Praga, tanto de la ONG
Siriri como del Ministerio de Asuntos Exteriores llegan las ayudas. Hasta un
pequeño grupo de amigos italianos, reunidos para una barbacoa, hace una colecta
y recoge 150 euros. ¡Hermosa generosidad!
El martes, por la mañana celebramos la misa para todos los alumnos de
nuestras escuelas (materna, elemental, medias, liceo, alfabetización): una
marea de niños y chicos invade la iglesia.
El miércoles por la tarde salí para Bouar. En los primeros 70
kilómetros hay 17 barreras de antibalaka, armados de fusiles y otras armas:
cada 4 kilómetros poco más o menos. Naturalmente, en todas las barreras me
paro, y tenemos un diálogo con estos jóvenes que dicen que quieren defender el
país, pero al mismo tiempo obligan a todos a pararse y pagar algo.
El jueves por la mañana nos juntamos para la Sesión diocesana: es la anual
que reúne a todas las parroquias. Este año, vista la situación, la reunión se
redujo a un solo día. Pero es impresionante escuchar el testimonio de muchos
padres, hermanas y catequistas en las zonas más peligrosas que testifican la
presencia de Dios Padre. Casi la mitad de la diócesis está amenazada: algunas
ciudades son teatro de ataques (Ngaundaye, Ndim, Bocaranga, Niem) y muchísimos
huyen a zonas menos inseguras (Bozoum, Bouar).
El viernes por la mañana nos encontramos con otros párrocos, hermanas y
catequistas de las zonas más golpeadas, y procuramos organizarnos para ayudar
mejor. Y muchos marchan con las medicinas para curar a los refugiados.
Octubre es el mes misionero, y lo comenzamos así, con mucha pena por la
pobre gente que sufre y huye. Con mucha pena por las víctimas (asesinatos,
saqueos, violencias). Con mucha pena por los grupos armados, autores de todo
esto. Y con mucha pena también por quien podría y debería hacer algo y no lo
hace.
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