Idas
y vueltas...
Aunque solo desde 1974 es cuando voy y vuelvo por el mundo (entonces la
idas eran en tren desde Cúneo a Arenzano, donde estaba en el seminario; después
en Génova y, desde 1992, desde África) no me he acostumbrado del todo a salir.
Saludar a los amigos, a la familia, a los hermanos de hábito, no es
nada fácil, cuando sabes que la distancia (de espacio, pero también de tiempo)
será más bien larga. Los días antes de salir hay algunas últimas cosas que
hacer, y parece que el tiempo corre al mismo rapidísimo y muy lento. Pero lo
que más cuesta son las últimas visitas, lo encuentros y los saludos.
Pero es la vida, y salir también es algo bonito. Y el sufrimiento hace
aún más precioso vivir en otra parte y
lejos. Y esto no queda lejos: la oración, la amistad no sufren por la
distancia.
El último fin de semana lo pasé en Cúneo. En esa ocasión me reuní con
muchas personas queridas. El domingo por la mañana celebré la misa en mi
parroquia, que es del Corazón Inmaculado, y luego a las 11 en Montanera, un
pueblecito que no está muy lejos, en la campiña. Aquí el párroco ha implicado a
todos en la solidaridad con Centro África.
El martes por la mañana sonó el despertador antes de las 3. Cargué las
últimas maletas, y pasé a recoger a Marisa, mi hermana. Una pequeña parada, y
fue una gran sorpresa encontrar (a las 3'20 de la madrugada) a un amigo, Pablo
Silvestre, que nos acompañó hasta Turín. Me uno a un último capuchino, carta de
embarque y los últimos abrazos. Me preparé al embarque y, después de los
últimos controles, un último saludo y en marcha. A las 6 el avión salió para
Paría, y desde París hasta Bangui, donde llegamos con un ligero retraso, hacia
las 16'30. Control de los documentos, recuperación de las maletas y, por fin,
me encontré fuera.
El miércoles, por la mañana, después de haber saludado a los padres de
la comunidad, salí para Bozoum. Tenía el coche lleno (entre maletas y semillas
para repartir, regalo de Seed Programs International, de USA) y la carretera es
larga, pero los 400 kilómetros se terminan y por fin llegaba a Bozoum a las 17 horas.
El jueves 25, que en Centro África se celebra la Ascensión, presidí la
eucaristía, que me dio la oportunidad de saludar y rezar con mis cristianos.
Y reemprendo la vida en Bozoum...
¡Feliz aniversario!
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