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viernes, 12 de diciembre de 2014

Bozoum, en directo desde Madrid…






Bozoum, en directo desde Madrid
El nombre de Bozoum, con sus colores, sus sufrimientos, pero también con sus sonrisas resuena en estos días en Madrid, capital de España.
El Consejo General de la Abogacía Española celebra todos los años, con ocasión de aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, una conferencia, que termina con la concesión de premios a personas e instituciones que trabajan por los Derechos Humanos. Este año, entre los premiados, estaba también Centro África, con Mons. Juan José Aguirre (obispo de Bangassou) y yo...
Interesante el motivo:
“Mediador de paz, hombre de acogida, ayuda y defensa, con peligro de su propia vida, de cristianos y musulmanes en Centro África, y activo blogger en defensa de los Derechos Humanos".
Salí, pues, el martes desde Turín y después de París llegué a Madrid, una ciudad verdaderamente hermosa. El miércoles por la mañana me reuní con el equipo que ha preparado la ceremonia y comencé a hacer alguna entrevista.
Hacia las 13 horas llegaron, también desde Italia, mi hermana Marisa y mi sobrina Luisella, que me acompañarán en estos días.
Por la tarde fui a saludar al P. Juan Montero, el traductor del blog en lengua española.
El jueves fue el gran día. Primero entrevistas y después, a las 18'30, comenzó la ceremonia, abierta por el Ministro de Justicia. Somos cinco los premiados: un periodista, Henrique Cimerman, que trabajó en la organización de la reunión en el Vaticano de Shimon Peres y Mahmud Abbas con el papa Francisco; la "Ciudad y Escuela de los Muchachos" e Íñigo Ortiz de Mendíbil, dos instituciones que trabajan con niños y jóvenes con problemas; el hermano de Mons. Aguirre y yo.
Todos los premiados dijeron unas palabras... y de este modo he preparado este discurso:

Buenas tardes.
Estoy muy emocionado y pido disculpas si mi pronunciación no es perfecta Es un gran honor para mí estar con vosotros esta tarde, y os agradezco de corazón esta invitación. Y como carmelita, hijo de santa Teresa de Jesús, es además  un motivo de orgullo .
       Os doy las gracias porque este premio me permite poner en evidencia una crisis olvidada de un país olvidado, Centro África. Una crisis que dura ya desde hace dos años, y que ha causado miles de víctimas, y por la que más de un millón de personas (un cuarto de la población) ha tenido que abandonar su casa y buscar refugio en otra parte en su país (y con frecuencia en las Misiones católicas) o fuera del país.
       En diciembre de 2013, después de ocho meses, los rebeldes de la Seleka (muchos de los cuales son originarios del Chad y del Sudán, que solo hablan el árabe) llegaron al fin de su dominio de terror. Después de meses de torturas, hurtos, saqueos, asesinatos, estupros y destrucción, parte de la población (los antibalaka) se armaron contra los Seleka y, desgraciadamente, también contra la población musulmana que se habían inclinado, en parte, a favor de la Seleka). Miles de personas huyeron hacia la selva, y de cuatro a cinco mil personas hacia la Misión Católica. Acoger, alimentar, curar, darles seguridad y tener encendida la esperanza: esto ha sido nuestra tarea y también la mía durante más de un mes y medio.
       Mientras tanto, junto con hombres y mujeres de buena voluntad creamos un Comité de Mediación para encontrar una alternativa pacífica a la guerra. Nos hemos reunido juntos católicos, protestantes, musulmanes y hemos ido a discutir con la Seleka, los antibalaka, los musulmanes y los no musulmanes. Esta obra paciente y esforzada ha permitido limitar el número de heridos y de muertos, y ha llevado a que los rebeldes de la Seleka se marchen.
       Con estas personas do Comité, Barthélémy Mondele, Jonas Nodjtouloum, Thierry Kanghal, el pastor protestante Samuel Laoue, Mónica, José, cinco musulmanes y yo, quiero compartir este Premio.
       Os doy las gracias de nuevo por este Premio.

       Pero... no es el primer premio que recibo. Hay otros que he recibido durante estos dos años de guerra. Premios a los que soy muy aficionado...
       El primero fue un bofetón que recibí  de Goni, un rebelde de la Seleka, enrabietado porque había ido a quejarme y reclamar contra las torturas y los arrestos arbitrarios que hacían en contra de la población.
       El segundo premio fueron los cristales rotos de mi coche, rotos para la multitud de musulmanes que quería impedir la marcha de los rebeldes de la Seleka.
       El tercer premio fue la aclamación cuando volví a la Misión el 13 de enero, después de haber conseguido la marcha de los rebeldes de la Seleka (pero también el lanzamiento de piedras y las amenazas con las armas por parte de los musulmanes...). La gente gritaba de alegría, porque temían que hubiera sido asesinado. Y  lanzaban los mantos bajo las ruedas del coche... Parecía que era el domingo de Ramos.
       El cuarto premio fue la mirada de un joven musulmán y de "10/15", nombre de batalla de un rebelde de la Seleka,  que impidieron a la muchedumbre musulmana que me matara y causarme daños...
       Un quinto premio son los miles de sonrisas de miles de niños, durante el mes y medio que han estado refugiados en la Misión. Gran parte de mi trabajo, además de la organización, lo realizaba distribuyendo sonrisas a todos, para dar confianza y esperanza. Y os aseguro que he recibido tantas sonrisas...
       El sexto premio son los más de quince mil niños que, tanto el año pasado como este, han podido ir a la escuela. En un país en guerra, tener las escuelas abiertas es un reto y un bofetón a la violencia. Ir a la escuela significa sembrar el futuro, significa apartar a las niños de la violencia, significa dar esperanza a los padres y un motivo más para vivir en paz.
       El séptimo premio son las llamadas por teléfono de los amigos musulmanes refugiados que desde el Chad o del Camerún me llaman para saber cómo estoy.
       El octavo premio fue la ofrenda que organizamos hace un mes en la parroquia en Bozoum. Había pedido que llevaran algo para los cerca de doscientos musulmanes que han quedado en Bozoum (en parte mujeres y niños). Normalmente, para este segundo ofertorio para los necesitados, que hacemos una vez al mes, los fieles llevan un poco de comida para los huérfanos y un poco de dinero (entre quince o veinte euros). Ese domingo, mis cristianos me conmovieron: llevaron muchísima comida, y recogieron casi setenta euros.
       Soy un hombre afortunado. Y doy las gracias a Dios todos los días por el don de poder vivir y trabajar en Centro África.
       Y os lo agradezco de corazón por vuestra simpatía, por vuestra sensibilidad, por vuestro trabajo de cada día.

       Gracias.
 

 
















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