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viernes, 31 de enero de 2014

Fígaro aquí, Fígaro allá










En estos días he tenido la oportunidad de poder moverme un poco, para visitar las comunidades de dos ciudades de la zona:
Bocaranga, a 125 kilómetros el norte. Aquí la Seleka atacó el martes 21 de enero. Dispararon a las personas que estaban refugiadas en la Misión católica, y después robaron todo lo que pudieron a los Padres y a las Hermanas. Después de marcharse, los antibalaka completaron el trabajo saqueando las tiendas y quemando las casas de los musulmanes...
Bossemptélé, a 87 kilómetros al sur, tomada por los antibalaka que asesinaron a muchas personas y saquearon todo lo que pertenecía a los musulmanes y a los peuls.

Aquí, en Bozoum, en relación con el resto del país, la estuación es mejor: los antibalaka no entran en la ciudad con las armas y, aparte de un par de tiros al día, está bastante tranquilo.
El lunes, por la mañana, las escuelas públicas han reemprendido los cursos, y esta es una buena noticia.
El miércoles hemos recibido una visita de algunos funcionarios de las Naciones Unidas, e intentamos que se mueva la gente para comenzar la reconstrucción. Con ellos había también periodistas. Aquí el artículo del periodista Adrien Jaulmnes del periódico "Le Figaro".


Bozoum, enviado especial:
En los poblados, como en la pequeña ciudad de Bozoum, el P. Aurelio es una celebridad. Agitan la mano al pasar, y su coche es rápidamente rodeado cuando se para. En toda la región, su silueta es muy conocida. Delgado como un clavo, parece diez años más joven de sus cincuenta y dos años, una pequeña cruz de madera al cuello, una camisa azul, pantalones y sandalias rojas de arcilla, la barba recortada, el misionero italiano es acogido en todas partes como el hombre que da esperanza, anima y tranquiliza.

Aislado en esta ciudad a más de cuatrocientos kilómetros del suroeste de Bangui, armado solamente con un teléfono móvil, una energía rara y un ánimo físico y moral infalible, el P. Aurelio ha tenido durante meses una luca casi imposible.
Rechazando la inevitabilidad de la violencia, ha intentado para el terrible ciclo de abusos y represalias que ha comenzado en Centro África. O, como ´`el escribe, "para llevar un poco de humanidad y racionabilidad en la muchedumbre de la guerra civil".
El P. Aurelio no ha conseguido prevenir toda forma de violencia y destrucción. Pero a veces ha conseguido que entren en razón, y alguna vez ha contribuido a evitar lo peor. Dese hace meses ha luchado por poner en guarda de los peligros crecientes. Después, una vez que la máquina infernal se ha puesto en movimiento, ha intervenido para tratar de convencer a las dos partes a deponer las armas, recogiendo él mismo los machetes y fusiles, hablando con los asesinos, intentando aplacar los espíritus y mediando para evitar que se derrame sangre.

Llegado a Centro África en los primeros años del '90, el P. carmelita Aurelio Gazzera es responsable de la parroquia de San Miguel de Bozoum. La llegado de los rebeldes Seleka en la pequeña ciudad ha transformado su misión apostólica.
Llegados el 26 de marzo de 2013, una forma moderna y africana de los bandidos del Medioevo, se comportan en Bozoum como en el resto del país: ladrones violentos que roban, extorsionan, atracan, chantajean, tortura y asesinan. "Han hecho de todo", dice el P. Aurelio, que siempre intenta frenar sus abusos. "He ido a ver regularmente al coronel Yahya Mascar", ha dicho. "Al menos con él se podía razonar. Pero no siempre tenía autoridad sobre sus hombres".
El mismo Padre ha sufrido la brutalidad de las milicias. "Los Selena habían torturado a un joven durante diez días. Lo dejaron atado durante tanto tiempo que casi había perdido el uso de las manos. Fui a verlos y les dije que no tenían derecho de torturar a las personas. Me dijeron que eran soldados, y que hacían lo que querían. Uno de ellos se enfadó y me abofeteó. Me marché, pero parecía, sin embargo, que tenían un poco miedo de mi persona. En el fondo, son cobardes que la toman con los más débiles. Si os mantenéis inflexible, conseguís aplacarlos, al menos en parte".
En su blog, el P. Aurelio cuenta estos abusos y señala las tensiones y los problemas. Pretende alertar a la opinión pública internacional, a los medios y a los gobiernos del drama que comienza a devorar a Centro África.
"Hemos visto muy pronto que la brutalidad de la Seleka habría tenido consecuencias desastrosas, y creaba el odio entre las comunidades, decía el P. Aurelio. "Desde el mes de agosto, las personas exasperadas por la violencia, los robos y las torturas se han organizado en milicias antibalaka".
El fin del régimen de terror de la Seleka con la intervención de tropas francesas y de los estados colindantes comienza en el mes de diciembre. También en Bozoum como en el resto de la República Centroafricana, hay una nueva oleada de asesinatos y destrucciones.
Los papeles se han invertido inesperadamente. Los antibalaka, milicias de campesinos, armados de machetes y fusiles artesanales, atacan. Los musulmanes en la ciudad y los pastores peuls, asociados injustamente o con razón con los Seleka, y por eso odiados, se han convertido en víctimas de la violencia.
El culmen llegó al máximo el 10 de enero durante las dimisiones forzadas del presidente Djotodia, que remueve la fachada del poder de la ex Seleka en Bangui. Las bandas de la Seleka se desencadenan, como si quisieran dejar a sus espaldas solo ruinas y destrucciones.
Junto a ellos, aliados los peuls y los musulmanes devastan los poblados alrededor de la ciudad y aterrorizan a la población. "Han ocasionado más estupideces y maldades que por un fin preciso", dice el P. Aurelio. Al menos mil trecientas casas han sido quemadas. Los habitantes aterrorizados huyen a la selva o se refugian en la parroquia San Miguel de Bozoum.

El poblado de Boyele, al norte de la ciudad, ha sido completamente destruido por el incendio. Sentados en los escalones de sus pobre casas ennegrecidas por el fuego, los residentes están comenzando a recoger los pequeños objetos que han escapado a la destrucción. Algunos intentan poner una algo parecido a un tejado sobre los muros carbonizados.
La población de Boyele debe su salvación a la fuga. "La mañana del 10 de enero, hemos oído cañonazos", dijo un habitante del poblado", por eso escapamos a la selva. "La Seleka y los peuls llegaron y aplicaron fuego a las casas. Hemos visto el humo que subía al cielo. Cuando hemos vuelto por la tarde, todo estaba destruido. Hemos perdido todo: semillas, cosecha, muebles y casas".
En represalia, los antibalaka atacan a los musulmanes aislados y tienden emboscadas en las carreteras. Los musulmanes se refugian en Bozoum todavía en manos de los de la ex Seleka, pero ya están rodeados. "La situación era muy, muy complicada", dijo el P. Aurelio.
"Tenemos tres mil refugiados en la parroquia, alrededor de mi quinientos peuls refugiados junto a la mezquita, y cincuenta Seleka armados bloqueados en la ciudad, siempre potencialmente peligrosos".
El sacerdote intenta mediar. "Cuando desde el Chad me han llamado para pedirme que organice la evacuación de los civiles musulmanes, he respondido que habría aceptado con condición de que marchasen con toda la Seleka. He pasado dos días para convencerles de que se marchen. Hasta el último minuto, han intentado quedarse. He terminado por amenazarles con la MISCA (los militares de la fuerza multinacional de los país del África Central) para que fueran a poner mi coche en el puente sobre el río Ouham, para bloquearles la carretera, y les dije que para pasar tendrían que haberme disparado". El puente construido en 1943 por los prisioneros italianos en tiempos del África Ecuatorial Francesa es el único punto para atravesar el río hacia el norte, hacia las fronteras con el Chad, y el único camino de huida para los musulmanes y la Seleka.

La Seleka finalmente aceptó abandonar la ciudad. Pero el P. Aurelio inmediatamente se convierte en punto de mira de la comunidad mulsumana, muy enojada por la marcha de la Seleka, que representaba para ellos la protección. "Ha sido un momento de alta tensión", decía. "Un montón de musulmanes rodearon mi coche y comenzaron a tirar piedras, decía con desenvoltura. El parabrisas de su Toyota es un mosaico de fragmentos. "Sorprendentemente fui protegido por un musulmán y un Seleka (llamado 10/15), que era uno de los más duros".
En la Misión de San Miguel todos creen que el padre ha sido asesinado. "Cuando volví,  fue una explosión de alegría. La gente creyó que era un milagro. Pusieron telas en la carretera para saludarme, era como el Domingo de Ramos".
Nada más terminar el peligro de la Seleka, el P. Aurelio afronta la venganza por parte de la población, como loca después de meses de terror. Las víctimas se convierten con frecuencia en verdugos, y es ahora la ocasión para que los musulmanes paguen por los abusos de la Seleka.. "Los antibalaka se han convertido en el problema", dijo el P. Aurelio. "Muchos son delincuentes sin jerarquías, sin jefes, que están allí para destruir, asesinar y robar. Algunos toman como rehenes a los niños peuls para exigir rescates, destruyen sus propiedades y dispersan sus rebaños".
"Es difícil convencer a las personas a distinguir entre Seleka, musulmanes y peuls", decía el P. Aurelio. "Los musulmanes no han conseguido separarse netamente de la Seleka, y pagan ahora el precio".
Sin excusar a nadie, el padre no tiene dudas de las causas de la violencia.
"Los peuls, por ejemplo, son víctimas de sus propios errores. No han sido capaces de ver un poco más lejos. Se han aliado con la Seleka sin pensar en las consecuencias. He intentado advertirles que un día se iban a encontrar en una posición insostenible. No pudiendo mantenerse en los poblados, debieran haberse ido de la ciudad con los rebaños... Pero no escucharon".
Bajo la protección de la MISCA, presente con una pequeña sección de Camerún, dos mil quinientos musulmanes han sido obligados a vivir en una zona restringida de Bozoum. Sentados en sus equipajes y las pocas cosas que han podido coger de las casas saqueadas, estos refugiados es5tán en espera de abandonar el país. "Centro África ha acabado para nosotros", decía Djodo Mahamatom, delegado de los comerciantes de Bozoum, y coleccionista de oro y diamantes. "No podemos quedarnos en este país". Familias enteras de peuls, pastores semi-nómadas con la piel clara cocinan sus comida en pequeños fogones. Las mujeres visten ropa de colores, los cabellos trenzados, con joyas de plata, algunas disponen de espléndidos tatuajes en el rostro y en los brazos.
El P. Aurelio lleva todos los días para los refugiados sacos de arroz que él mismo ha comprado.
"¡El padre malo ha venido a traer cosas buenas!", les dijo el jefe del barrio, Saleh Ibrahim. "Bromas", dice Aurelio. "Así es como me han llamado cuando querían matarme". Entre estas personas hay quienes me lapidaron el otro día, "dice, saludando como si no hubiera musulmanes sentados en su fardos".
"Nuestro única ayuda es el señor Aurelio", ha dicho Saleh Ibrahim. "Hemos perdido todo, nuestras tiendas han sido saqueadas, han robado nuestros animales. No se puede salir de esta carretera. Basta ir pocos metros, después los soldados cameruneses y los antibalaka nos matan y se llevan nuestros hijos".
"Queremos abandonar reste país, pero no tenemos ni siquiera camiones para hacerlo", decía el viejo jefe, que ha vivido cuarenta y cinco años en Bozoum. "Soy viejo, pero los jóvenes deben encontrar un lugar seguro para su vida".
Saleh Ibrahim es una de los muchas víctimas musulmanas AUTO más que cómplices de los Seleka. "Es la llegada de los Seleka lo que destrozó Bozoum", dijo. "Antes de ellos, no había violencia entre nosotros y los cristianos. Nos han hecho mal".
Para el P. Aurelio, esta guerra civil no ha tenido nada de religiosa. "Pienso que deberemos evitar utilizar el término: no hay milicias cristianas y milicias musulmanas. Este es principalmente un problema político, étnico y cultural. No creo que la Seleka haya tenido un proyecto de islamización. Eran musulmanes y de lengua árabe, y han confiado en la comunidad musulmana, los comerciantes y los ganaderos peuls. Pero ahora el daño está hecho, y será difícil volver atrás".












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