El miércoles por la mañana, marcha a las
4'30, dirección Bouar (250 km).
Aquí, por la tarde nos encontramos, como Cáritas y Justicia y Paz, por qué hay
un importante problema: desde el 16 de agosto, en Bohong, ha habido combates,
que han causado, al menos, treinta muertos y la destrucción de dos mil casas,
quemadas para impedir a la población quedarse. Escuchamos los testimonios de un
sacerdote, Michel, que, como las hermanas, han tenido que huir. Parte de la
población ha huido hacia Bouar (80
km), y otros se han quedado alrededor de los campos de
Bohong.
Por la tarde llegó el arzobispo de
Bangui, presidente de la Conferencia Episcopal y presidente de Cáritas. Su
presencia es muy importante: por el ánimo y el consuelo, pero también como denuncia
de lo que está pasando.
El jueves por mañana, marcha a las
6'00. En Forte, a 20 km de Bohong, comienza la
zona roja: centenares de casas quemadas. Luego está Ndakaya y, por fin,
llegamos a Bohong. Mientras espero que llegue toda la delegación, doy una
ojeada por la zona. Hay aún esqueletos y calaveras que yacen abandonados...
Con la llegada del arzobispo la
muchedumbre aumenta. Nos encontramos en la iglesia, juntos también con la
comunidad protestante (que aquí tiene un pequeño hospital, saqueado igualmente).
La iglesita está atiborrada de gente. Comenzamos la celebración de la misa, y
la participación es considerable.
Inmediatamente después dejamos un espacio
a la gente, que habla con valentía. Es emocionante oír relatos de mujeres que
han perdido al marido, de padres que han visto asesinar a su propio hijo. Hay
dolor, pero no rabia. Uno de ellos dice: "¿No somos centroafricanos
también nosotros? Otro afirma: "Somos esclavos...".
Millares de casas quemadas. Todo lo que
tenían se ha perdido... ¿Qué hacer?
Lo que preocupa es la fractura que se ha
creado entre la comunidad musulmana y los demás: ninguna casa de los musulmanes
ha sido quemada... Por otra parte, algunos jóvenes del lugar indicaron a los
rebeldes las casas de uno y de otro, el dispensario, el hospital...
Se necesitará mucho tiempo para
reconstruir, pero mucho más tiempo para recrear una convivencia serena...
Terminada la reunión, yo me quedo en la
iglesia con los jefes del poblado para organizar el recuento de datos sobre las
casas quemadas y sobre las víctimas, de forma que se pueda intervenir con
rapidez. El arzobispo y la delegación marchan juntos. Los encuentro luego,
cuando la reunión ya ha comenzado... Muchísima gente. A mi llegada oigo hablar
en árabe, y en voz baja (de modo que me oigan en un radio de al menos treinta
metros), pregunto si estamos en Centro África o dónde... Quien habla es el jefe
de los rebeldes. El intérprete traduce lo que ha dicho: "Aquí todo está
tranquilo, no hemos hecho mal a nadie, no ha ocurrido nada...".
El alcalde dice que deben volver al
poblado, que lo que ha pasado ha pasado, etc... El vicario de la diócesis, el
sacerdote Mirek, responde diciendo: "¿Volver dónde? ¡¡¡Todas las casa han
sido quemadas!!!" Y aquí la gente aplaude fuerte.
Después de la reunión, vamos a ver el
hospital luterano. Aquí se encuentra la sala de maternidad. También aquí, los
rebeldes han entrado disparando (¡en un hospital!), y robado medicinas, el
microscopio, paneles solares, el motor de un coche...
Volvemos
a la carretera con un dolor inmenso. ¿Cuantos Bohong hay? ¿Cuántos poblados han
sufrido la misma suerte? ¿Y cuándo acabará todo esto
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