Vuelvo a dar señales de vida después
de casi dos semanas. Así, los amigos que hacen las traducciones descansan un
poco (gracias a Chiara por el inglés, a Ludmila, Terezie y Martin por el checo,
al P. Juan por el español, a Regina por el alemán).
De momento, vamos avanzando un
poco... El domingo por la tarde marché a Bangui, la capital: 400 km de carretera, y unos
diez barrios que tienen los rebeldes (con algún gendarme a la vuelta). Siempre
es una apuesta, porque no tienen ninguna regla, hablan poco y mal, tanto en
sango como en francés, su origen con frecuencia es Chad o Sudán. A la pregunta:
"¿Dónde va?", respondo que no es algo que les importe a ellos.
Generalmente me dicen, un poco enfadados, que es su trabajo. A lo que respondo
que, una vez que saben dónde voy, ¿están quizás en condiciones de garantizar ni
seguridad? Luego se aburren y me dejan marchar.
Llegar a Bangui, después de cuatro
meses, con todo lo que ha sucedido, es impresionante: poco coches (muchos han
sido robados y llevados a Chad, otros están escondidos), poca gente por la
calle. Muchos militares, entre ellos de la FOMAC (fuerza multinacional
africana), unos franceses y (desgraciadamente) aún muchos rebeldes.
La tensión todavía es alta, como la inseguridad.
Un amigo, con el que íbamos en 2008
a discutir con los bandidos, ha llegado a consejero de
la Presidencia. A pesar del oficio, no tiene seguridad de quedarse en su casa
para dormir, porque los rebeldes han ido más veces a buscarle...
He ido a Bangui para un encuentro
organizado por el Arzobispado de Bangui con los líderes religiosos. El lunes
por la mañana, nos reunimos unos cincuenta, musulmanes, protestantes y
católicos, para trabajar sobre la paz y la mediación. Se trata de formación,
pero también, sobre todo, de encontrarnos con los responsables de otras
religiones para discutir, intercambiarnos las informaciones y compartir las
preocupaciones de este período de guerra. Estoy sentado entre un sacerdote de
la diócesis de Bangassou y un imán de Bangui. (https://docs.google.com/file/d/0B8xHb5_hvSzRMUxhSmFMeXlhOGM/edit?usp=sharing)
Esta reunión nace de la preocupación
que, ante el resurgir de los musulmanes, hay una reacción violenta contra todos
los musulmanes indistintamente. Hay, objetivamente, elementos preocupantes de
una avanzada islámica (con saqueos y ataques a iglesias y a cristianos), pero
también existe el peligro de que la gente use la violencias en contra de los
musulmanes, cansada de ser saqueada y de ver que algunos musulmanes han
participado en los saqueos y se han beneficiado de ello.
El miércoles me dedico a algunas
comisiones. Muchos negocios han sido saqueados, muchas ONG han cerrado o
licenciado al personal...
El jueves por la mañana, estoy en el
aeropuerto para acoger a Ludmila, Květa y Martin. Ludmila viene por cuenta
de la Asociación Siriri de Praga, que nos ayuda desde hace años con los
huérfanos, los disminuidos, la escuela... Květa y Martin, por otra parte,
son empleados de la televisión checa, y están aquí para realizar un documental
sobre la ayuda humanitaria de los checos en Centro África.
El viaje discurre bastante
despreocupado. Nos paramos en Bossembele, a 160 km de Bangui. Aquí hay
o, mejor había, una comunidad de hermanas, con escuelas y un bellísimo centro
de recuperación para los disminuidos. Por desgracia, con la marcha de las
hermanas el 22 de marzo, los rebeldes han saqueado y se han llevado todo.
¡Impresionante!
Una vez llegado a Bozoum, me
encuentro con una buena noticia: el responsable de las escuelas elementares
estatales me lleva el resumen de la segunda semana desde la apertura de las
escuelas. Al principio eran 140 alumnos solamente, y hoy, al contrario, han
subido a 1699. ¡Por fin, una buena noticia!
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